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El desconocimiento, la silenciosa complicidad y el avance del grooming en América Latina

El 13 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Grooming. En este año tan especial, hackeado por la pandemia, las conexiones de los niños y niñas se incrementaron hasta casi un 100% en América Latina, como consecuencia del paso de la escuela y distintas de actividades de manera presencial a realizarse a través de una pantalla y conexión. Lo que trajo consigo un dato alarmante: los casos de grooming se incrementaron un 500%.

En Latam, el 91% de los niños se conectan diariamente a internet a través de diferentes diapositivos, de los cuales el 80% lo hace mediante un smartphone. Esta facilidad con la que acceden a los contenidos que les gustan, acarrea consigo un gran problema: el 89% afirma tener preocupaciones relacionadas con su seguridad al conectarse.

De acuerdo al Kids & Teens Industry Report I LATAM 2020, los adolescentes son más conscientes de los peligros cuando están online, les preocupa su privacidad, el cyberbullying, el ser espiados y las personas o compañías que utilizan sus datos. Esto podría deberse a que están más informados de los peligros en Internet o que son usuarios más frecuentes de redes sociales. A los niños más pequeños les preocupa más ver contenido inapropiado y pasar demasiado tiempo en Internet, algo que sin duda también alerta a sus padres.

Sus sensaciones no son exageradas., la privacidad y la exposición a contenidos inapropiados son causa y consecuencia de una práctica que los atormenta cada día más: el grooming.

El grooming refiere a conductas y acciones de un adulto, a través de Internet,​ para entablar un vínculo y ejercer control emocional sobre un/a menor de edad, con el fin de abusar sexualmente de él o de ella. El “groomer” pretende ser alguien que no es. 

Los niños y adolescentes en América Latina hacen un uso intensivo de las redes sociales: regularmente el 39% de ellos pasan entre 1 y 4 horas conectados por día. Estas se han convertido en el caldo de cultivo óptimo para el desarrollo de esta práctica perversa, convirtiendo un “riesgo virtual”, en un peligro real, al que los niños están expuestos a diario con consecuencias que pueden ser psicológicas, físicas y hasta fatales.
Asimismo, a  medida que van creciendo, disminuye el tiempo de conexión en compañía de un adulto. Ante esta situación, el riesgo es mayor, ya que ningún mayor puede prevenir ni intervenir esos vínculos creados, alejarlos del peligro y denunciarlos.

Durante los últimos meses el grooming estuvo presente en muchas conversaciones y medios, llevando alertas a padres sobre los peligros mencionados. En varios países de la región surgieron diferentes iniciativas para concientizar y combatir este enorme mal.

En Argentina el Senado aprobó por unanimidad la “Ley Mica” (por Micaela Ortega, víctima de grooming), para la implementación de una campaña nacional contra el grooming. Solo resta la aprobación de la Cámara de Diputados.

En México ya son 28 los estados que aprobaron la Ley Olimpia contra el ciberacoso. En Colombia, el Código Penal castiga con hasta 14 años de prisión a quien le solicite actividades sexuales a un menor de 14 años, a través de internet. 

Si bien es muy importante que se establezcan controles de supervisión y un marco jurídico ágil y eficiente para minimizar los riesgos, sabemos que la educación empieza por casa. El problema es que la falta de entendimiento sobre la temática, sumada en muchos casos al desconocimiento y/o analfabetismo digital de los padres, no colaboran con tejer un vínculo robusto y de confianza entre generaciones, que sirva como contención para minimizar estos riesgos. Esta concientización no solo es necesaria, sino que es un deber de todos los adultos para proteger a los niños. Su seguridad en las redes sociales depende de los padres o mayores que estén a su cargo.

No somos culpables de que el mundo esté lleno de perversos, pero tampoco debemos ser facilitadores.

Los adultos pretenden muchas veces que las redes sociales o “el sistema” cuide a sus niños menores desligándose por completo del asunto, mientras ellos están conectados a plataformas que están dirigidas a mayores de 13 años (Instagram, TikTok, Snapchat, Facebook). Dejar a un niño de 9 años en una red social +13 es como dejarlo solo en su casa con la puerta abierta: cualquiera puede entrar. No somos culpables de que el mundo esté lleno de perversos, pero tampoco debemos ser facilitadores.

Con el accionar eficiente de gobiernos, sociedades, familias, y el apoyo de ONGs podremos esperar disminuir los casos, sin embargo, la responsabilidad también alcanza al sector privado. Las empresas somos agentes de cambio, que debemos de impulsar en internet los entornos seguros y las buenas prácticas para educar, entretener y trasmitir valores, manteniendo a los menores protegidos de cualquier potencial depredador. Y el que no lo quiera entender, sepa que es solidario para que estas desgracias sucedan.

Es momento de tomar conciencia, pero en serio, como dirigentes políticos, como familia, como profesionales, como empresas, como sociedad. Cada minuto de exposición sin acción que pasa, aumenta la probabilidad de que menores caigan en el engaño de estos depredadores. La consecuencia es el abuso sexual y psicológico: que les roben su infancia, su vida, ¿crees que no vale la pena?

Demian Falestchi

CEO y cofundador de Kids Corp, la plataforma de publicidad para niños líder en América Latina.

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